Métodos
Clasificación del riesgo
de colapso de ecosistemas
terrestres

Jon Paul Rodríguez, Kathryn M. Rodríguez-Clark, Marianne Assmüssen

El protocolo de evaluación del riesgo de colapso de los ecosistemas fue actualizado luego de la publicación de esta edición del Libro Rojo de los Ecosistemas Terrestres de Venezuela, y adoptado formalmente por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como estándar global en el 2014.

Las evaluaciones de riesgo que se desarrollen en el futuro deben basarse en la última versión de las Categorías y Criterios de la Lista Roja de Ecosistemas de UICN, la cual está disponible en el sitio oficial de la iniciativa.
Dado que la medición directa del nivel de amenaza de los ecosistemas y las especies es costosa y difícil, las evaluaciones dependen de medidas indirectas de riesgo o “criterios” . Para las especies los criterios fueron derivados a partir de los estimados de la distribución y su abundancia, incluyendo las tendencias temporales . Sin embargo, los criterios basados en las tendencias de distribución y abundancia de especies podrían ser insuficientes en el contexto de los ecosistemas (son más que “individuos”), donde los cambios en extensión espacial representan el punto final de otros procesos (transformación estructural o declinación funcional). Por lo tanto, la evaluación de ecosistemas requiere la formulación de criterios adicionales, que consideren medidas de su función ecológica y tomen en cuenta al menos tres características de las causas de amenazas: inmediatez, alcance y severidad .
Por ejemplo, la tala total de un bosque representa la pérdida de funciones ecológicas en tiempo inmediato, de modo amplio y en forma severa, además de las pérdidas irreversibles en la composición, estructura y función, incluyendo cambios abruptos y reducciones permanentes en la distribución geográfica del ecosistema . En cambio, en un bosque sujeto a tala selectiva de especies maderables de mayor valor, es posible que se preserven algunas de sus funciones ecológicas originales. El grado de disminución funcional dependería de la intensidad (severidad) y extensión (alcance) de la perturbación. Los indicadores de pérdida funcional de ecosistemas pueden estar basados en medidas asociadas a amenazas específicas (e.g. aumento en la proporción de especies exóticas invasivas o en los niveles de contaminación), a medidas de estructura (e.g. cambios en riqueza de especies, estructura trófica, o estatus de especies clave particulares como dispersores de semillas o polinizadores), o a medidas de función (e.g. cambios en el ciclaje de nutrientes, complejidad trófica, flujos energéticos, acumulación de biomasa o patrones de flujo de agua), entre otras medidas .
Como en las listas rojas de especies , y en concordancia con el principio precautorio del Convenio sobre la Diversidad Biológica , la evaluación de los ecosistemas debería efectuarse con todos los criterios disponibles, pero sólo tendría que satisfacer los umbrales de uno de los criterios para que se incluya en una de las categorías de “amenaza”. La Lista Roja de Especies Amenazadas de UICN (2010) es un punto de partida lógico para definir los valores umbrales de los criterios para ecosistemas, y que ya han sido incorporados a muchos de los protocolos de evaluación ecosistémica . Un elemento fundamental en la composición de los ecosistemas son las especies que lo conforman, por lo tanto, los criterios que se aplican a las especies podrían aplicarse a los ecosistemas.
El sistema diseñado combina medidas de distribución geográfica, función ecológica y sus tendencias temporales en períodos cortos y largos, y está conformado por cuatro criterios (Figura 1 ) (Tabla 1). Para evaluar el riesgo de los ecosistemas el primer paso es definir el área de estudio y recopilar toda la información posible sobre los cambios de extensión y calidad ecológica de sus ecosistemas. Las definiciones clásicas de ecosistema (e.g. Whittaker 1975) y las empleadas en el Convenio sobre la Diversidad Biológica incluyen componentes bióticos y abióticos que interactúan como una “unidad funcional” . Sin embargo, dado que típicamente los esfuerzos de conservación se enfocan en los componentes bióticos de los ecosistemas, en esta ocasión ecosistema es utilizado como un término genérico para comunidades ecológicas o conjuntos de especies relativamente diferentes que coexisten en espacio, en tiempo y en asociación con rasgos bióticos particulares . Para muchos ecosistemas terrestres, al igual que para algunos acuáticos, las clasificaciones de cobertura del terreno podrían ofrecer el método más práctico para delinear las unidades de evaluación .
Una vez definida el área de estudio, el siguiente paso es cuantificar la extensión actual y pasada de los ecosistemas y su tasa de cambio, para luego proyectar estos datos hacia el futuro. Las principales fuentes de información empleadas aquí para documentar los cambios de cobertura son mapas actuales y pasados, series temporales de imágenes de satélite, fotografías aéreas y relatos históricos. Esta información luego es contrastada con los umbrales correspondientes a cada criterio y se toma la decisión sobre cuál categoría es la adecuada (Figura 1 ) (Tabla 1).

Figura 1: Esquema de la aplicación de los criterios para la clasificación de ecosistemas amenazados de eliminación. Fuente: Rodríguez et al. (2011)


Tabla 1. Sistema de categorías y criterios para ecosistemas amenazados propuesto por Rodríguez et al. (2011). Basado en la Lista Roja de IUCN (2001) y en el sistema presentado por Nicholson et al. (2009)
Criterio Subcriterio Estatus
A: Disminución en el corto plazo (en distribución o en función ecológica) basada en cualquiera de los siguientes subcriterios: 1. Una reducción observada, estimada, inferida o sospechada en su distribución, durante los últimos 50 años, en alguno de los siguientes porcentajes: ≥80%
≥50%
≥30%
CR
EN
VU
2. Una reducción proyectada o sospechada en su distribución, ≥ 80% CR en los próximos 50 años, en alguno de los siguientes porcentajes: ≥80%
≥50%
≥30%
CR
EN
VU
3. Una reducción observada, estimada, inferida, proyectada o sospechada en su distribución pasada o futura, en un intervalo de 50 años, que incluye el pasado y el futuro, en alguno de los siguientes porcentajes: ≥80%
≥50%
≥30%
CR
EN
VU
4. Una reducción o posible reducción en su función ecológica, en al menos un proceso ecológico fundamental (en relación con un estado de referencia apropiado para el ecosistema), que es:
(a) muy severa, en ≥80% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(b1) muy severa, en ≥50% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(b2) severa, en ≥80% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(c1) muy severa, en ≥30% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(c2) severa, en ≥50% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(c3) moderadamente severa, en ≥80% de su distribución durante los últimos o próximos 50 años
(a)
(b1)
(b2)
(c1)
(c2)
(c3)
CR
EN
EN
VU
VU
VU
B: Disminución histórica (en distribución o en función ecológica) basada en cualquiera de los siguientes subcriterios: 1. Una reducción estimada, inferida o sospechada en su de los siguientes porcentajes: ≥90%
≥70%
≥50%
CR
EN
VU
2. Una reducción muy severa en al menos un proceso ecológico fundamental de su distribución, durante los últimos 500 años (en relación con un estado de referencia apropiado para el ecosistema), en cualquiera de los siguientes porcentajes: ≥90%
≥70%
≥50%
CR
EN
VU
C: Distribución actual pequeña y en disminución o en muy pocas localidades (en distribución o en función ecológica), basada en cualquiera de los siguientes subcriterios: 1. Extensión de la presencia estimada en: ≤100 km2
≤5.000 km2
≤20.000 km2
CR
EN
VU
y en al menos uno de los siguientes subcriterios:
(a) una reducción persistente observada, estimada, inferida o sospechada en distribución, en:
(b) una reducción severa observada, estimada, inferida o sospechada en al menos un proceso ecológico fundamental, en:
(c) una restricción del ecosistema a:
1 localidad
5 o menos localidades
10 o menos localidades
CR
EN
VU
2. Área de ocupación estimada en: ≤10 km2
≤500 km2
≤2000 km2
CR
EN
VU
y al menos uno de los siguientes subcriterios:
(a) una reducción persistente observada, estimada, inferida o sospechada en distribución, en:
(b) una reducción severa observada, estimada, inferida o sospechada en al menos un proceso ecológico fundamental, en:
(c) una restricción del ecosistema a:
1 localidad
5 o menos localidades
10 o menos localidades
CR
EN
VU
D: Distribución actual muy pequeña, con posibles amenazas serias, con o sin evidencia de reduccionespasadas (en distribución o en función ecológica), estimada en: ≤5 km2
≤50 km2
≤100 km2
CR
EN
VU
Abreviaciones: CR=En Peligro Crítico, EN=En Peligro, VU=Vulnerable.

Existen ocho categorías posibles para la clasificación de los ecosistemas (Figura 2 ). Para facilitar las comparaciones entre listas rojas de diferentes partes del mundo, la UICN acordó estandarizar a las siglas en inglés la abreviación empleada para indicar cada categoría. La primera, Eliminado (EL), se refiere a ecosistemas que han experimentado una transformación tan pronunciada que no es posible distinguir elementos fundamentales de su composición o estructura. La eliminación puede ocurrir por sustitución absoluta de la cobertura o por la pérdida de una o más funciones ecológicas clave en la totalidad de su distribución conocida. Las tres categorías siguientes, En Peligro Crítico (CR), En Peligro (EN) y Vulnerable (VU), se asignan sobre la base de criterios cuantitativos diseñados para reflejar diferentes grados de riesgo de eliminación (Tabla 1). Los ecosistemas clasificados en estas tres categorías conforman el grupo de los ecosistemas amenazados. La categoría Casi Amenazado (NT) se aplica a casos que no califiquen como amenazados en el presente, pero que están muy cerca de los valores umbrales y podrían calificar en el futuro cercano. Preocupación Menor (LC) se debe asignar a ecosistemas que no califiquen (ni estén cerca de calificar) como amenazados o casi amenazados. La categoría Datos Insuficientes (DD) es asignada en casos donde no se dispone de suficiente información como para hacer una evaluación confiable del riesgo de eliminación. Antes de clasificar un ecosistema como Datos Insuficientes, se recomienda agotar todas las fuentes de información existentes y aprovechar cualquier dato del que se disponga, esto para evitar que ecosistemas realmente amenazados sean eliminados, ignorados o subestimados al momento de definir acciones de conservación. La categoría No Evaluado (NE) se refiere a ecosistemas cuya valoración no ha sido contrastada con los criterios. Las categorías LC y NE no reflejan riesgo de eliminación (Figura 2 ).

Figura 2: Sistema de categorías y criterios para ecosistemas terrestres amenazados de Venezuela

La clasificación de los ecosistemas se sustenta en cuatro criterios: A) disminución del área o pérdida de función recientes, B) disminución histórica total, C) distribución actual pequeña y en disminución, y D) distribución muy pequeña sin disminuciones conocidas . El Criterio A (Tabla 1) evalúa el estatus de ecosistemas que hayan disminuido sustancialmente en su distribución o en su función ecológica en el pasado cercano o se estime vayan a hacerlo en el futuro próximo. Este criterio se enfoca en amenazas cuyo impacto sea perceptible en la actualidad y que sean susceptibles a intervenciones de conservación capaces de mitigarlas. Este lapso también representa la escala temporal sobre la que a su vez podrían tomarse decisiones e implementar políticas públicas de conservación. Los subcriterios A1, A2 y A3 se refieren a cambios absolutos en la distribución de un ecosistema y se diferencian entre sí por la fecha de inicio y cierre de la ventana de 50 años: A1 se usa para clasificar cambios pasados, A2 para cambios futuros y A3 para combinar cambios pasados con proyecciones futuras. El lapso que abarque la información disponible para hacer la evaluación, determinaría cuál de los tres criterios es el más adecuado.
El subcriterio A4 se concentra en reducciones o posibles reducciones de la función ecológica, y la categoría se asigna según la inmediatez, alcance y severidad de la amenaza . Por ejemplo, un ecosistema podría ser considerado En Peligro Crítico (CR) si estuviese experimentando una pérdida muy severa de su función sobre una gran proporción de su distribución (> 80%) y con amenazas actuando en el presente, o que se espera actúen en el futuro cercano (± 50 años). Este lapso de 50 años se debe a que las pérdidas de función pueden ser más difíciles de detectar que una disminución de distribución, y por tanto el impacto podría ser más difícil de controlar. Los niveles de riesgo menores, como EN o VU, serían adecuados si la pérdida de función fuese igualmente severa pero su alcance menor, o si fuese menos severa con un alcance reducido. Lo más probable es que el subcriterio A4 se aplique principalmente en sistemas acuáticos como ríos, donde a pesar de no observarse cambios en el tamaño del ecosistema, amenazas como la contaminación podrían haber generado transformaciones a gran escala de integridad ecológica .
Una reducción de la función ecológica es considerada muy severa si conduce a cambios irreversibles en composición, estructura y función, incluyendo saltos abruptos de régimen (del inglés regime shifts), y eventualmente resultar en disminuciones permanentes en la distribución geográfica del ecosistema . Una reducción severa de la función es equivalente a la pérdida entre 50% y 80% de un proceso ecológico fundamental, y es moderadamente severa cuando la pérdida oscila entre 30% y 50%. La dificultad de aplicar este criterio se halla en la cuantificación de los procesos ecológicos fundamentales en ecosistemas de referencia y en ecosistemas que hayan experimentado pérdida de función.
El Criterio B se aplica a ecosistemas sujetos a una reducción pronunciada en su distribución o en su función ecológica, pero la mayor parte del proceso ocurrió en una escala de tiempo histórica, mayor a 50 años (cubierto por el Criterio A) pero menor que 500 años. No se podrían realizar evaluaciones cuantitativas más allá de 500 años en el pasado, ya que la incertidumbre de las estimaciones es demasiado alta, incluso en los casos mejor documentados como algunas regiones europeas .
El Criterio C y el Criterio D están referidos a ecosistemas pequeños, y su aplicación no requiere de datos cuantitativos sobre las tendencias temporales de su distribución o de sus funciones ecológicas. La diferencia entre el Criterio C y el Criterio D es que el primero requiere evidencia cualitativa de que el ecosistema se encuentra bajo el efecto de una amenaza actual o que su distribución es muy restringida, mientras que en el segundo la amenaza sólo deber ser potencial. De esta diferencia surge que los umbrales del Criterio C sean mayores que los del Criterio D.
Existen dos alternativas para medir la distribución geográfica de un ecosistema: la tasa de cambio en la extensión de la presencia y el área de ocupación . La tasa de cambio en la extensión de la presencia se obtiene al encerrar en un polígono imaginario todos los puntos donde se ha detectado el ecosistema en cuestión, mientras que el área de ocupación es estimada al colocar una gradilla sobre los puntos y contar en cuántos cuadros está presente el ecosistema (Figura 3 ). Por ejemplo, la estimación de la distribución de un ecosistema con un sistema de información geográfica, empleando un formato vectorial (polígonos cerrados de composición uniforme), equivaldría a medir el cambio de extensión de la presencia, mientras que el uso de un formato raster (número de píxeles de una cobertura particular) correspondería al área de ocupación.
Una vez hecha la evaluación de un ecosistema, se asigna la categoría correspondiente. Como fue mencionado, aunque se haga lo posible por aplicar todos los criterios, sólo hace falta que se cumpla un solo criterio para atribuirle una categoría de ecosistema amenazado, y en el caso de que exista información para más de un criterio, se escoge el que refleje el mayor riesgo. Al reportar la categoría seleccionada, se debe también indicar en un superíndice los criterios empleados para la designación.

Figura 3: Diferencia entre extensión de la presencia y área de ocupación. (A) es la distribución espacial de lugares de presencia conocidos, inferidos o proyectados. (B) muestra una delimitación posible de la extensión de la presencia, la cual es el área medida dentro de este límite. (C) muestra una medida del área de ocupación la cual puede ser obtenida por la suma de cuadros ocupados (UICN 2001)

Bibliografía