Métodos
Los libros rojos y su uso en la conservación de especies y ambientes amenazados

Jon Paul Rodríguez, Kathryn M. Rodríguez-Clark, Marianne Assmüssen

Las listas rojas de especies amenazadas de extinción han sido fundamentales para documentar el estatus de animales y plantas, informar al público, impulsar propuestas de conservación y catalizar políticas públicas sobre biodiversidad. Históricamente, sus principales usos han sido: 1) aumentar el grado de conocimiento del público en general acerca de la situación de las especies amenazadas; 2) servir como punto de referencia para evaluar los cambios en el estado de conservación de la biodiversidad; 3) identificar las áreas que podrían ser incorporadas a los sistemas nacionales de áreas protegidas; 4) dar seguimiento a las actividades humanas que amenazan a la biodiversidad, y 5) definir prioridades para la inversión de recursos en conservación . Las listas rojas son documentos muy influyentes, como es expuesto en la decisión del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Entre muchas otras funciones, sirven para cuantificar cambios en el estatus de las especies mediante la aplicación del Índice de las Listas Rojas, una medida promedio del riesgo de extinción de un grupo de organismos en un momento dado .
La publicación de libros y listas rojas – volúmenes dedicados a resumir la información acumulada sobre especies amenazadas a escala mundial – se inició en 1996 con la edición de los primeros libros rojos de aves y mamíferos . Con el pasar del tiempo, estas publicaciones se expandieron a muchos otros grupos de animales y plantas, abarcando también una gran variedad de ámbitos geográficos. La Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que incluye a todas las especies del mundo, se publica anualmente en formato electrónico. La información recopilada durante más de 40 años ha puesto en evidencia la magnitud de la crisis de extinción. En su versión más reciente reúne 17.315 especies amenazadas: 6.142 vertebrados, 2.669 invertebrados, 8.495 plantas y 9 hongos y protistas . Así mismo, sólo en Europa se conoce de la existencia de 3.562 listas de especies amenazadas actuales e históricas, mientras que más de 100 países (casi 50% de los países del mundo) han publicado listas rojas para al menos un grupo taxonómico en su territorio .
Después que una especie es incluida en las listas rojas, generalmente aumenta la atención de los gobiernos, de la sociedad civil organizada, de la academia, del sector privado y del público en general. El resultado es que las acciones en favor de su conservación se incrementan o se acentúan, según sea el caso. Por ejemplo, la extinción de al menos 16 especies de aves fue prevenida como resultado de las actividades de conservación implementadas en todo el mundo entre 1994 y 2004 . Así mismo, la conservación de especies amenazadas es el foco principal de una nueva iniciativa global promovida por la UICN, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y el Banco Mundial, iniciada en 2010 en conmemoración del Año Internacional de la Diversidad Biológica. Salvemos Nuestras Especies es una respuesta al reto de la pérdida de biodiversidad, que busca combinar esfuerzos humanos con capital financiero y la colaboración del sector público y privado, a una escala acorde con la magnitud de la crisis. Para 2014, se espera haber creado un fondo global de decenas de millones de dólares, que apoye propuestas de la sociedad civil para la implementación directa de acciones de conservación enfocadas en especies amenazadas y sus hábitats.
El diseño y puesta en práctica de planes de acción en beneficio de las especies amenazadas también son instrumentos idóneos para catalizar numerosas acciones de conservación. Un análisis de los planes de acción impulsados por varios grupos de especialistas de aves de la Comisión para Sobrevivencia de las Especies de UICN demuestra que en el caso de las perdices, faisanes y otras aves relacionadas, de los 54 proyectos prioritarios propuestos en los planes de acción respectivos, 33 se iniciaron dentro de los 5 años siguientes a su publicación. Se observó además la puesta en marcha de 35 acciones de conservación específicas. El conocimiento científico sobre las especies también aumentó, y esto es reflejado por los 45 artículos publicados en revistas científicas arbitradas y al menos 88 productos expuestos en presentaciones, conferencias, afiches y artículos divulgativos . La planificación estratégica se ha convertido en una herramienta fundamental para la conservación de especies amenazadas (IUCN/Species Survival Commission 2008).
En Venezuela, el primer Libro Rojo de la Fauna Venezolana fue publicado en 1995, un esfuerzo conjunto que contó con la participación de más de 130 investigadores de Venezuela y el exterior . Al año siguiente, la información contenida en el Libro Rojo fue empleada por el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales para crear dos decretos: el Decreto N° 1485 “Animales Vedados para la Caza” y el Decreto N° 1486 “Especies en Peligro de Extinción” . Las listas oficiales y la propuesta del Libro Rojo revelaron una gran coincidencia, demostrando la aplicación directa de los conocimientos técnicos aportados por la academia y la sociedad civil a la definición de políticas públicas nacionales para la conservación de especies amenazadas. Luego de agotarse la primera edición del Libro Rojo, la segunda, corregida y ampliada, fue impresa en 1999 y reimpresa en 2003, fecha en la que también se publicó la primera edición del Libro Rojo de la Flora Venezolana . En el año 2008, luego de una extensiva investigación, de la integración de equipos de expertos a los análisis, de la redacción de nuevos textos y la expansión significativa de la cobertura taxonómica de la obra, se publicó la tercera edición del Libro Rojo de la Fauna Venezolana . Ese mismo año se logra lo que quizás haya sido el mayor impacto divulgativo de los libros rojos, cuando sus ilustraciones fueron usadas en la nueva familia de billetes de Venezuela, un reconocimiento concreto del Estado venezolano a la fauna amenazada y a la necesidad de su conservación.


Durante la década de 1990, la UICN, organización que tradicionalmente ha impulsado y facilitado las discusiones técnicas acerca de la clasificación de las especies amenazadas, revisó en profundidad sus métodos para asignar las categorías de riesgo en un intento de hacer la clasificación más objetiva, repetible y transparente, y para separar la determinación del riesgo de extinción de la definición de prioridades de conservación . En el presente, las categorías de las listas rojas están diseñadas para reflejar únicamente el riesgo de extinción de un taxón, mientras que la priorización de la acción de conservación es considerada un segundo paso en el proceso, y en el cual deberían tomarse en cuenta muchos factores adicionales .
Es indudable que el sistema de categorías y criterios de las listas rojas de la UICN ha fortalecido los esfuerzos de conservación de especies en todo el mundo, y ello queda demostrado en numerosos planes de acción , sin embargo, por diversas razones se necesitan herramientas complementarias para evaluar el estado actual de la diversidad biológica. Primero, porque las especies pueden estar más o menos amenazadas que los hábitats que utilizan; por ejemplo, en un ecosistema aparentemente intacto algunas de sus especies clave podrían haberse extinguido por la cacería, o un ambiente degradado probablemente sea un refugio adecuado para especies capaces de subsistir en ecosistemas profundamente modificados por actividades humanas . Segundo, porque es imposible que las evaluaciones de especie por especie se igualen con la velocidad de los actuales niveles de pérdida de la biodiversidad . El sistema ha funcionado para grupos de especies que cuentan con especialistas capaces de producir los datos requeridos en las evaluaciones, pero el avance para otros grupos menos estudiados ha sido lento. Esto se evidencia en la Lista Roja de la UICN, donde se incluyen aproximadamente la mitad de los vertebrados, y según la cual sólo 4% de las plantas, 0,6% de los invertebrados y 0,03% de los hongos y protistas han sido evaluados .
Hasta la fecha, la UICN ha publicado 75 planes de acción para especies, pero la cobertura taxonómica de estos es muy desbalanceada: 47 referentes a mamíferos, 12 sobre aves, 7 sobre plantas, 6 sobre reptiles, 2 sobre invertebrados y 1 sobre peces . Por último, en el enfoque a nivel de especies las evaluaciones de riesgo de la UICN no se traducen necesariamente en estrategias de conservación en el ámbito del paisaje, que resultarían más eficientes y efectivas especialmente en las regiones del mundo para las cuales los datos son escasos .
Una contribución que podría complementar las evaluaciones centradas en especies es el desarrollo de criterios para evaluar el riesgo de extinción en un nivel de organización biológica superior: el ecosistema. Esta aproximación aprovecharía los avances recientes en los sistemas de información geográfica (SIG) así como los nuevos alcances, de computadoras más poderosas, programas a precios más bajos, y una cantidad creciente de datos satelitales disponibles libremente, que abarcan de dos a cuatro décadas y que permiten tanto medir cambios recientes de cobertura terrestre como predecir cambios futuros.
No se trata de reemplazar las listas rojas de especies, sino de contar con un sistema para la evaluación del riesgo de eliminación de ecosistemas, el cual complementaría las listas o resultaría una alternativa cuando sólo se disponga de información a nivel del paisaje. Además, ofrecería al menos otras cuatro ventajas, entre otros beneficios. Primero, las evaluaciones a nivel de ecosistema serían más eficientes para monitorizar el estatus de la biodiversidad que las evaluaciones de especie por especie: a pesar de los esfuerzos, de las 1.740.330 especies descritas en el mundo hasta 2010, sólo 47.978 (menos que 3%) han sido evaluadas para la Lista Roja de la UICN . Segundo, efectuar evaluaciones más rápidas permitiría la implementación de estrategias de conservación preventivas, que en cuanto a costos, tienden a ser más efectivas que la rehabilitación o la restauración . Tercero, con el rápido crecimiento de los SIG y los análisis de cambio de la cobertura terrestre basados en sensores remotos e imágenes satelitales, el enfoque en el riesgo de eliminación de ecosistemas aportaría información para sintetizar la disparidad de estudios locales en una evaluación global coherente. Cuarto, la degradación de ecosistemas sería más evidente que la desaparición de especies individuales, ya que la sociedad frecuentemente percibe la pérdida de biodiversidad en términos de la escasez de servicios ecosistémicos como agua limpia, comida, madera y combustible .
Sobre la base del impacto que han tenido las Listas Rojas de UICN en las prácticas y políticas de conservación de especies amenazadas, y apoyados en cuatro décadas de experiencias sobre el tema, en 2008 la UICN emprendió “un proceso de consultas para el desarrollo, implementación y monitoreo de un estándar mundial para la evaluación del estado de los ecosistemas, aplicable a nivel local, regional y mundial, con la perspectiva de que sea presentado a una futura sesión del Congreso Mundial de la Naturaleza para su aprobación” .
Hasta los momentos han sido desarrollados y puestos a prueba varios protocolos para la evaluación del estatus de ecosistemas, y esto brinda un buen punto de partida para el desarrollo de un estándar global . Un sistema ideal debería contar con las siguientes características: 1) de fácil comprensión para los responsables de la implementación de políticas públicas y para el público en general; 2) consistente en forma lógica con el enfoque basado en especies; 3) transparente, objetivo y fundamentado en principios científicos sólidos; 4) aplicable a ambientes terrestres, marinos y dulceacuícolas; 5) aplicable a múltiples escalas espaciales (de local a global) y resoluciones (de gruesa a fina); 6) con posibilidades de emplear tanto datos históricos como actuales; 7) explícito sobre cómo las evaluaciones de riesgo de eliminación pueden apoyar en la definición de prioridades de conservación; y 8) definido por criterios con umbrales que reflejen niveles variables de riesgo de eliminación y pérdida de función ecológica, que sean fáciles de cuantificar y monitorizar, y faciliten las comparaciones entre ecosistemas .
Esta publicación representa la primera prueba a gran escala de la propuesta más reciente de categorías y criterios para las listas rojas de ecosistemas, actualmente sometida a la consideración de la Comisión de Manejo Ecosistémico de la UICN y la comunidad científica global . Es el resultado del trabajo de un grupo de personas reunidas en diferentes encuentros internacionales desde 2007, donde se utilizaron varias propuestas previas como referencias iniciales . Los detalles de las categorías y criterios empleados son expuestos en la siguiente sección, pero aquí es importante enfatizar que el sistema propuesto tiene por objeto la clasificación de los ecosistemas según su riesgo de eliminación, pues se trata de un proceso científico basado en la mejor información disponible al momento de la evaluación y que intenta ser transparente, objetivo y repetible. La definición de prioridades de conservación generalmente ocurre después de la asignación de las categorías de riesgo y es un proceso social, participativo, que además de considerar el riesgo de eliminación toma en cuenta otras variables como la singularidad del hábitat, la proporción del ecosistema incluido en las áreas protegidas y las preferencias del público . Una propuesta concreta sobre la aplicación de los resultados del Libro Rojo de los Ecosistemas Terrestres de Venezuela a la conservación de la biodiversidad del país se presenta en la última sección de esta publicación.

Bibliografía